Cuentos de gente que lee demasiado

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Y si falta alguien, pues que se añada :p
Reglas Generales
  • Todo el mundo es libre de modificar la plantilla, siempre que guarde (en la cabeza o en un txt) un backup de la versión previa por si la opinión de la gente es contraria al cambio.
  • Se puede añadir a gente como escritores, pero tampoco hay que saturar esto... y sería conveniente que fuera un consenso, que se opine entre todos y eso,... salvo los usuarios iniciales que ya sabeis todos quienes son.
  • NO vale dar un golpe de estado, quitar los privilegios del resto de los participantes e implantar una dictadura.
  • Nadie intentará sacar beneficios económicos del blog sin compartirlos con el resto (el Adsense ese, vamos).
Reglas de los mensajes
  • Cada post es un capítulo. En el título se pone el nombre de la historia y el número del capítulo (y un nombre del capítulo opcionalmente).
  • Sólo la persona que escribe un capítulo lo puede modificar, indicando (con colores) las modificaciones. El resto puede sugerir cambios en los comentarios del capítulo.
  • El siguiente por escribir lo solicitará en los comentarios del capítulo actual.
  • El turno de escritura debe ser cada uno un capítulo hasta el final del grupo de gente y vuelta a empezar si fuera necesario, round robin de ese. Si alguien no quiere escribir, que lo indique claramente y su turno pasará al siguiente.
  • Cada capítulo tiene que intentar seguir la trama del anterior y, excepto el último, dejar abierto el final para que se pueda continuar
  • Se indicará el último capítulo por parte del escritor del mismo.
Reglas de los Comentarios
  • Serán constructivos.... bueno, unos poquitos destructivos también :D
  • No se usará friki como insulto.
  • Los podrá hacer cualquier persona que lea esto, así que decidle a la gente que nos sindique.
  • No atacarán al escritor personalmente, sino a su obra.
viernes, marzo 02, 2007
La cinta de Möbius. Capítulo 3. Vuelta a casa
El duro golpe del llavero sobre la mesa de cristal hizo que Max volviera a la realidad. Durante unos instantes miró sorprendida a su alrededor, le costaba reconocer su piso después de tantos meses fuera. Se sonrió al ver cómo Jack había ordenado la casa perfectamente para su vuelta. El detector de presencia la saludó al entrar en el salón y encendió la radio con una música que ella no había seleccionado. De nuevo tuvo que sonreirse al comprobar que Jack había pensado en todo, no sólo su música preferida estaba sonando, sino que la bañera estaba llenándose para un agradable baño relajante tal y como indicaba el televisor plano de la sala de estar.

Avanzó por la casa quitándose la camisa y los pantalones lánguidamente disfrutando del olor de las flores del jardín y del murmullo del agua cayendo en el cuarto de baño. Nunca se daba cuenta de cuánto había echado de menos los pequeños placeres del día a día hasta que volvía a casa y Jack sabía perfectamente cómo recordarselos. Se desabrochó el cinturón de la pistola de electrones y la dejó en una repisa sobre la bañera. Como personal no militar no podía llevar armas mortales o que provocaran daños permanentes, aunque lo prefería, no se creía capaz de disparar a nadie sabiendo que podía matarlo.

Metió el pie en el agua y sintió un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo, pero no de frío, sino de placer. El agua era un lujo que no podía desperdiciarse en el espacio y llevaba más de medio año duchándose en menos de 3 minutos con agua reciclada. Se sumergió lentamente en el agua dejando que la espuma le acariciase hasta que no quedó fuera más que su cabeza. Aspiró el aroma floral que desprendían las sales de baño y se sumergió.

Cuando volvió a salir vio una sombra que se aproximaba acechante a la bañera. Sin pensar cogió la pistola y disparó al estómago del asaltante. Con un grito de dolor, el hombre cayó al suelo agarrándose el estómago. Max se levantó y adoptó una posición defensiva dispuesta a disparar de nuevo si era necesario.

— Mmmaax... — dijo desde el suelo el asaltante.
— ¿Jack? ¿¡JACK!? — con un salto, Max salió de la ducha y se acercó a su marido —. Cariño, lo siento, no sabía que eras tú... ¿estás bien?
— Sí sí, es sólo que la descarga me ha derribado — dijo incorporándose sobre un brazo y mirándola a los ojos primero y luego al cuerpo desnudo y mojado —. Te vas a enfriar...

Las mejillas de Max se tornaron rojizas y una sonrisa pícara se dibujó en sus labios.
— Pues será mejor que me ayudes a entrar en calor — dijo mientras se acercaba a su marido.

Jack la agarró por la cintura y la besó suave y largamente, disfrutando de cada segundo. Cuando se separaron, se incorporó, la cogió en brazos pese a las protestas de ella y se metieron en la bañera. Mientras Max le ayudaba a desabrocharse la ropa húmeda, él la miraba con incredulidad. No podía dejar de acariciarla y mirarla, no podía creer que estuviera otra vez ahí. La besó suavemente y la atrajo hacia sí, sumergiéndose juntos en el agua perfumada.

Escrito por Miauz @ 2:28 p. m.   5 comentarios
miércoles, diciembre 27, 2006
La cinta de Möbius. Capítulo 2. El deber
Unos ojos cristalinos de un color verde oscuro miraban la escena, como ajenos a lo que sucedía. Estaban ligeramente humedecidos por el cansancio. Llevaban muchas horas abiertos, y costaba negarles el descanso que se habían ganado en las últimas horas. Detrás de esos ojos descansaba en la mente la imagen de una mujer de corta melena, algo difuminada por la distancia y el recuerdo. Una voz hizo desaparecer dicha imagen, y el dibujo de una sala oscura con grandes focos iluminando parcialmente la estancia se acomodó allí sin pedirle permiso ni perdón a la ya desvanecida ilusión de aquél femenino rostro. La imagen de la sala poblada de gente de hastiados rostros había llegado para quedarse. Ya ni siquiera podía oír aquella dulce brisa ficticia en su mente. Todo lo que podía oír ahora era el suave pero molesto resonar de los ventiladores de contención de aquella sala.

— ¡Jack! ¿Me estás escuchando? ¡Por Dios, es algo serio! — fueron las palabras que bastaron para desterrar la imagen de Max, y reemplazarla rápidamente por la dura realidad.

Jack asintió con desgana, y se recostó de nuevo sobre su asiento. Asientos de cuero negros, la última moda retro. Antiguos pero cómodos y elegantes, poblaban las salas importantes de reuniones. Mucho más cómodos que aquella mierda de taburetes de plasticglass que gastaban las salas convencionales. Pero ahora preferiría estar con el culo dolorido en una sala cualquiera de aquellas a donde estaba ahora mismo. Sillas cómodas para situaciones incómodas, solían decir. Ahora que Max regresaba, después de tanto tiempo, ahora él tenía que partir a un entrenamiento intensivo para una misión especial de prioridad A-3.

— Acabemos cuanto antes con toda esta mierda, chicos — exclamó alguien por el fondo de la sala — Todos tenemos ganas de irnos a casa cuanto antes...
— Antes de dejarla de nuevo — completaron su frase por otra parte de su sala, reflejando todo lo que tenían en mente.
— Está bien, chicos. Centrémonos. Os están dando una misión muy importante, y sabéis que no os la darían a vosotros si no fuera imprescindible que lo hiciérais vosotros mismos en persona. ¡Joder! No hace falta que yo os diga estas cosas. Sabéis que sois los mejores. Sabéis que ellos saben que sois los mejores. Y sabéis que éste es el duro precio de ser el mejor. Y sabéis que ellos lo saben. No podemos hacer otra cosa que ser los mejores, y se nos da muy bien. Y esperemos que merezca la pena, o cuando volvamos a que nos entreguen otra medallita se la meteremos por el culo — comentó Jack desde su silla, incorporándose con desgana, mientras se rascaba una oreja.
— El capitán tiene razón, chicos. Aún no sabemos qué tenemos que hacer en la misión — respondió Daniels, cruzándose las manos tras la cabeza, y meciendo su cuerpo lentamente, disfrutando de la comodidad de aquellos asientos, saboreando la parte buena de todas aquellas misiones, intentando cobrar por adelantado una gloria que, quizás, no podría volver para cobrarse.
— Vamos chicos, en principio es sólo un entrenamiento intensivo. Si vamos nosotros es porque nadie más puede prepararse en el tiempo que hay. Es una mierda, lo sé. Nos están jodiendo a base de bien, a mí el que más, creedme. Pero todos sabíamos que estas mierdas de misiones te las ponen cuando más pueden joderte, y todos lo aceptamos cuando ingresamos en este escuadrón. Y ahora toca demostrar por qué somos parte de este escuadrón y no estamos en otro, y que nos merecemos estar aquí. Así que dejad de lloriquear, y vayamos a dormir. Mañana tendremos que partir hacia allí arriba a los laboratorios cobayas, y no sabremos cuándo podremos volver aquí abajo — esta vez, Jack tuvo que levantarse de la silla para que todos le tomaran con la suficiente seriedad como para dejar de hacer comentarios, y se marchó en silencio de la habitación, tras ponerse la gorra que denotaba su rango.

Sus pasos resonaban por el angosto pasillo, de acolchadas paredes y reluciente suelo, iluminado de manera casi cegadora por grandes luces a cada lado, dando una sensación de irrealidad que le molestaba. ¿Por qué todo tenía que parecer tan sintético? Mientras avanzaba, la imagen desterrada recuperó su lugar en la mente. ¿Y qué le diría a ella ahora, después de haber estado tanto tiempo insistiéndole? Dejó salir un suspiro, mezcla de agotamiento y resignación, y aceleró el paso.
Escrito por antemil @ 12:20 a. m.   7 comentarios
jueves, noviembre 16, 2006
La cinta de Möbius. Capítulo 1. El proyecto CIM
- No sé si he sido lo bastante claro: esta es una misión de prioridad A - susurró Cooper con su voz cascada de fumador empedernido.

Max dejó escapar un hondo suspiro. La prioridad A implicaba no poder hablar con nadie del proyecto, hacer horas extra sin cobrarlas y, lo que era peor, tener que pasar dos noches por semana fuera de casa mientras durara el proyecto. Ya se estaba imaginando la cara que pondría Jack cuando se lo contara. Después de seis meses de aislamiento con el último proyecto, la había llamado ya tres veces para confirmar a la hora que llegaba.

- La asignación de trabajos la encontrareis en vuestra agenda remota, así como los turnos dobles y las horas de vigilancia - Cooper era el coordinador de varios proyectos de máxima seguridad, le encantaba el reto de conseguir que todo funcionara contrarreloj, presionando a los empleados hasta que conseguían el objetivo buscado, pero siempre se le hacía amargo dar malas noticias-. No olvidéis preparar todo antes de mañana a las 8 AM, nuestro transbordador saldrá a las 10 desde Cabo Verde.
- ¿¡QUÉ!? ¿¡ CÓMO !? - todos los componentes del proyecto saltaron de sus asientos indignados.
- Se supone que no podemos tener dos operaciones de aislamiento seguidas. No podéis obligarnos a permanecer más de un año lejos de nuestras familias - gritó Max intentando no lanzarse sobre su superior.

Cooper se volvió hacia la joven que tenía a su derecha. Maxime era una de sus mejores adquisiciones para el proyecto, aunque le había costado bastantes discusiones con el Comité conseguir que fuera admitida y, lo que era peor, que le dejaran nombrarla Project Manager. De carácter difícil e independiente, le costaba seguir las órdenes, necesitaba saber las razones y las consecuencias de sus acciones. Otro punto en su contra era su reciente matrimonio con Jack Ponce, capitán de la Guardia de la Cámara Internacional.

- Chicos, tranquilizaos. Ya sé que en vuestro contrato se establecen mínimos de permanencia en tierra, pero no os habría elegido a vosotros si no pensara que sois los mejores para este trabajo y que valía la pena el sacrificio.

En teoría, los detalles de la misión no debían revelarse hasta estar en órbita, pero Cooper sabía que alguno de los chicos se negaría a subir al transbordador sin una buena razón para ello. Se dio la vuelta y accionó algunos botones del panel que tenía a sus espaldas. Las persianas de plomo bajaron y aislaron la habitación, bloqueando tanto las ventanas como las puertas. Así mismo, activó el modo anti-escuchas, por lo que un pequeño altavoz empezó a emitir una serie de señales que, para el oído humano, eran como el zumbido de un enjambre de abejas.

- Bueno, como podréis suponer, cualquier cosa que diga ahora no podrá salir de aquí, accionaré vuestros dispositivos de privacidad en cuanto salgáis. Las siglas del proyecto "CIM" no son las de Centro de Internamiento Modular, sino Cinta Intertemporal de Möebius - a la vez que hablaba accionó algunas teclas y el monitor tridimensional mostró una representación de la Cinta de Möebius.


- Supongo que todos conoceréis esta imagen. En algunos círculos, siempre ha sido controvertida, pero en la actualidad esta controversia ha alcanzado unos niveles insospechados. Un grupo de investigadores del Centro de Astrofísica Euroasiático ha desarrollado una teoría que afirma que el tiempo puede representarse geométricamente mediante esta figura - Cooper se paró a mirar las caras de sorpresa e incomprensión de los miembros del proyecto -. Sin entrar en detalles, nuestra misión es construir un vehículo capaz de transportar a un escuadrón de la Guardia Internacional que será el encargado de comprobar dicha teoría.
- ¿Y qué escuadrón ha sido asignado para esa misión? -Max había palidecido conforme avanzaba la explicación.
- El escuadrón XXVI, a cargo del capitán Jack Ponce. Les están comunicando su misión en este mismo momento.
Escrito por Miauz @ 1:22 p. m.   6 comentarios
martes, octubre 31, 2006
Siguiente cuento
Buenas a todos. No es que yo esté muy creativa últimamente, pero como dice antemil, si no empezamos a escribir, esto se nos muere.

Para que la gente no pueda quejarse, podemos hacer una especie de "brain storm" de esas para ver sobre qué escribimos, los personajes, etc. Una vez decidido eso, también podríamos pensar si ponemos un moderador del cuento (alguien que evite que se salga de madre) o si establecemos la trama y las líneas generales del mismo.

Lo dicho, se aceptan propuestas y sugerencias.
Escrito por Miauz @ 7:36 p. m.   8 comentarios
viernes, septiembre 29, 2006
El fin del crepúsculo. Capítulo y 8. Amor eterno
Bajé dando tumbos, intentando no caerme en la acequia en la que el agua corría cristalina. Me sentía como si me hubieran gastado una broma de mal gusto, la respuesta que tanto había anhelado no me hacía sentir alivio, me trastornaba aún más. No podía ser, no tenía sentido, no era racional...

Maldita sea, no tenía ni pies ni cabeza, era Marta, la niña dulce que preparaba galletas cuando íbamos a su casa, la chica amable que me paraba siempre que nos cruzábamos y me preguntaba por mis estudios, la muchacha dicharachera que me animaba cada vez que llamaba a su hermana y contestaba ella al teléfono. Joder no, ella los mató, lo ha admitido, no le des más vueltas.

Me volvían a temblar las piernas, decidí sentarme junto a la puerta de las Granadas. Cerré los ojos he intenté aclarar mi mente. "¡Estamos predestinados a estar juntos! Juntos, como en nuestra anterior vida. ¿Es que no te acuerdas?" Era absurdo, pero no podía dejar de darle vueltas a su estúpida frase. Pero si era tan estúpida, ¿por qué había removido algo en mi interior? Recordaba la primera vez que la había visto, hacía muchos años, un primer día de clase de la mano de su hermana mayor... sentí algo abrumador, pero.... pero... Joder, soy idiota Lo asocié con la persona equivocada, no era a Claudia a quien me quedé mirando ese día... fue a Marta, había algo en ella que me era familiar, algo tan fuerte que entonces no supe comprender.

De un salto me puse de pie y empecé a correr cuesta arriba. ¿Cómo había sido tan estúpido? ¿Por qué había obviado lo que tenía delante de mis ojos? La reconocí, entonces la reconocí, pero era muy joven y no lo entendí, nos encontramos demasiado pronto. Aunque ella sí lo comprendió y cuando quiso ayudarme a entenderlo, lo tomé por detalles con un buen amigo de su hermana, no como las muestras de interés y amor que eran. Después de los asesinatos, intentó hablar conmigo, pero yo era tan egoísta que no fui capaz de ver su dolor, su amor, y... había conseguido que se fuera a otro país. Corre idiota, corre, antes de que se vaya por otros cinco años.

Cuando llegué a la Puerta de la Justicia no había nadie. Avancé arrastrando los pies, lamentándome por mi error y entonces, la vi. Rodeado por un círculo carmín, su cuerpo yacía en el suelo, cerca del lugar donde la había dejado, con un cuchillo clavado en el pecho. La rodeé con mis brazos y noté su calor, sentí el latido de su corazón. Todavía estaba viva.

— Marta, mi niña, mi amor, lo siento, no me había dado cuenta, yo... — las lágrimas se me agolpaban en los ojos y en la garganta y me impidían hablar.

Lentamente, abrió los ojos y me sonrió:

— Al fin lo has entendido — susurró casi sin aliento—. Ahora soy yo la que se ha equivocado, pensé que no comprenderías nunca, me rendí.

— No, no te preocupes, llamaremos a una ambulancia, te pondrás bien — dije mientras intentaba en vano detener la cascada de sangre que salía de su pecho.

— Estamos juntos y eso es lo importante.

— No hables, reserva fuerzas. Te necesito conmigo, no te marches, aguanta.

— No voy a ningún sitio sin ti, simplemente estoy esperándote, para que vayamos juntos — con un movimiento apenas perceptible abrió la mano —. Ten, mi último regalo.

Miré el cuchillo que había dejado caer en el suelo. Durante un segundo no la entendí. Pero era lógico, ya que nos habíamos encontrado sólo teníamos que recorrer el siguiente tramo del camino, juntos. Cogí el cuchillo y lo acerqué a mi pecho. Bajé la vista hacia Marta, que apoyada sobre mis rodillas, sonreía rodeada por un halo de paz. Por fin era feliz y yo también.

Fin
Escrito por Miauz @ 5:30 p. m.   3 comentarios
jueves, agosto 10, 2006
El fin del crepúsculo. Capítulo 7. El dolor del olvido
Sonreí. Una estúpida sonrisa surcó mi agotado semblante. Intentaba tranquilizarme haciendo bromas de mal gusto. Siempre había sido así, desde pequeña.

— ¿Qué hora es? ¿A qué hora ponía en la carta que vendría? — le dije, mientras intentaba calmarme, a sabiendas de que sería imposible hacerlo. Intentaba mirar el tétrico escenario, intentaba mirar y olvidar al mismo tiempo. No lo conseguí. Marta seguía en silencio, y me giré hacia ella. Me estaba mirando fijamente, con una expresión seria en el rostro. Sus ojos... sus ojos estaban distantes y fríos. Me costaba trabajo respirar. Empecé a jadear lentamente.

— Yo lo hice — dijo Marta nuevamente, con un tono de voz indiferente —. Yo les maté. Yo escribí la carta.

— Vamos, no tiene gracia. Deja de decir tonterías — repliqué con angustia —. ¿Qué hora decía la carta?

— ¡Sigues sin entenderlo! — gritó Marta, acabando con el silencio que reinaba hasta ese momento en aquél lugar maldito. Sacó algo de su bolsillo, y lo extendió para que pudierar verlo. Era una cadena de plata, de la que pendía una pequeña cruz maltesa. Era... era de Tomás. Una lágrima apareció en sus gélidos ojos. Por un instante, mi corazón dejó de latir. No estaba preparado para la verdad. No estaba preparado para esa verdad. Comencé a jadear sonoramente. El sudor volvió a tomar control de mi rostro. Tenía calor, mi espalda tilitaba de frío, mi frente ardía. — ¡Lo hice por ti! — exclamó nuevamente. Sus palabras atravesaron mi mente. Retrocedí un paso, instintivamente.

— ¡¿Qué estás diciendo?! ¡Cállate! ¡No digas tonterías! — Por momentos se me nublaba la vista. Un sonido de pasos que se acercaban lentamente. Un sonido de pasos que no podría olvidar en los próximos días. Habían dejado de ser bonitos, intentaba futilmente sacarlos de mi mente. Retrocedí a ciegas una vez más.

— Ernesto siempre se reía de ti. Decía que eras un mierda, que no te atrevías nunca — su tono de voz estaba teñido por una sonrisa enfermiza. Sentí que mi espalda estaba a punto de partirse —. Elena... una zorra que siempre pensó que eras un despojo, le dabas tanta lástima...

— ¡Cállate! — intenté gritar, pero la voz se quedó a medio camino, entre mis exhaustos pulmones y mi reseca garganta. Intenté retroceder, pero el mundo comenzó a girar sobre mis pies.

— Tomás nunca te tomó en serio, para él no eras más que el perrito faldero de mi hermana. Si hubieras oído lo que de ti le contaba a solas... Tienes que creerme, lo hice por ti — El sonido de pasos se detuvo. Seguí caminando a tientas, intentando no caerme. Tropecé con algo. Era un banco, y conseguí sentarme en él sin caerme al suelo. Me sujeté la cabeza con las manos, mientras descansaba entre mis piernas. El silencio nos envolvió nuevamente, y nos acompañó durante algunos minutos.

— ¿Y Claudia? ¡Joder, era tu hermana! ¡Tu propia hermana! — le grité, con lágrimas en mis ojos, incrédulo aún de lo que estaba oyendo, anhelando despertar de repente, y abrazarme a la almohada mientras intentaba dejar que me calmara, como tantas otras noches.

— Fue un error. Ella fue un error. Estaba loca, no supo elegir nunca en su vida. No era capaz de ver lo que tenía delante, demasiado ocupada con sus niñerías. No te merecía, no sabía apreciarte como yo. Si ella no hubiera nacido, tú me habrías amado a mí, y nada de esto habría sido necesario. ¡Todos están muertos por su culpa! — arrojó al suelo con furia la cruz de malta, y se restregó lentamente una mano por la mejilla. La luz brillaba en su rostro. Por un momento, me pareció una muñeca de porcelana indefensa rodeada de una aterradora oscuridad. Por un instante, desearía haberla abrazado y consolado. Pero algo en mi interior me detuvo. La oscuridad aterradora emanaba de ella.

— Si ella no hubiera nacido, no te habría conocido. Para mí, eres la hermana de Claudia — respondí lo más sereno que pude, sin meditar demasiado las palabras que iba diciendo.

— ¡No! ¡Estamos predestinados a estar juntos! Juntos, como en nuestra anterior vida. ¿Es que no te acuerdas? — era incapaz de creer lo que estaba oyendo. ¡Joder, y yo creía que tenía problemas! Tenía que salir de allí lo más pronto posible, y llamar a la policía. Pero había algo en mi interior que me arrastraba hacia ella poco a poco. ¿Serían esas gélidas pupilas que no podía dejar de mirar?

— Será mejor que te vayas a casa. No quiero verte. Me... Yo me voy a casa. Quiero dormir — me levanté del banco en cuanto el mareo me permitió. Comenzaba a recuperar la sensibilidad de mi cuerpo, y me creía capaz de emprender el camino de regreso a casa, solo.

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Versión corregida y mejorada. Ahora hasta se entiende.

Escrito por antemil @ 3:09 p. m.   12 comentarios
miércoles, agosto 09, 2006
Capítulo 6. Vértigo
No podía respirar. ¿Cuanto tiempo llevaba subiendo? Diez minutos. ¿Quince?. No, sólo era una cuesta de doscientos metros. Quizá fueran tres o cuatro.

Una máquina de Coca-Cola exhibía sus productos.

Un gato negro y blanco caminaba por la acera.

La puerta. Era la puerta a otro mundo. Los edificios iban a ser sustituidos por árboles centenarios. La luz lo iba a ser por la oscuridad. Empecé a sudar.

Atravesé la puerta. ¿Llegaría al banco y podría respirar?

No. No pude. Me tuve que sentar en el suelo. Marta no hablaba. Respiré profundamente un par de veces. Ya. Ya podía seguir.

Conforme íbamos subiendo empezaba a distinguir menos cosas. Sólo la brillante luz de las farolas servía para orientarme. La cabeza me daba vueltas. Serénate. Vale. Vale. Ahora volvía a ver.

Llegamos.

No había nadie.

- Yo lo hice -dijo Marta.- Yo les maté.
Escrito por Ferguson @ 4:15 p. m.   5 comentarios
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