El duro golpe del llavero sobre la mesa de cristal hizo que Max volviera a la realidad. Durante unos instantes miró sorprendida a su alrededor, le costaba reconocer su piso después de tantos meses fuera. Se sonrió al ver cómo Jack había ordenado la casa perfectamente para su vuelta. El detector de presencia la saludó al entrar en el salón y encendió la radio con una música que ella no había seleccionado. De nuevo tuvo que sonreirse al comprobar que Jack había pensado en todo, no sólo su música preferida estaba sonando, sino que la bañera estaba llenándose para un agradable baño relajante tal y como indicaba el televisor plano de la sala de estar.
Avanzó por la casa quitándose la camisa y los pantalones lánguidamente disfrutando del olor de las flores del jardín y del murmullo del agua cayendo en el cuarto de baño. Nunca se daba cuenta de cuánto había echado de menos los pequeños placeres del día a día hasta que volvía a casa y Jack sabía perfectamente cómo recordarselos. Se desabrochó el cinturón de la pistola de electrones y la dejó en una repisa sobre la bañera. Como personal no militar no podía llevar armas mortales o que provocaran daños permanentes, aunque lo prefería, no se creía capaz de disparar a nadie sabiendo que podía matarlo.
Metió el pie en el agua y sintió un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo, pero no de frío, sino de placer. El agua era un lujo que no podía desperdiciarse en el espacio y llevaba más de medio año duchándose en menos de 3 minutos con agua reciclada. Se sumergió lentamente en el agua dejando que la espuma le acariciase hasta que no quedó fuera más que su cabeza. Aspiró el aroma floral que desprendían las sales de baño y se sumergió.
Cuando volvió a salir vio una sombra que se aproximaba acechante a la bañera. Sin pensar cogió la pistola y disparó al estómago del asaltante. Con un grito de dolor, el hombre cayó al suelo agarrándose el estómago. Max se levantó y adoptó una posición defensiva dispuesta a disparar de nuevo si era necesario.
— Mmmaax... — dijo desde el suelo el asaltante. — ¿Jack? ¿¡JACK!? — con un salto, Max salió de la ducha y se acercó a su marido —. Cariño, lo siento, no sabía que eras tú... ¿estás bien? — Sí sí, es sólo que la descarga me ha derribado — dijo incorporándose sobre un brazo y mirándola a los ojos primero y luego al cuerpo desnudo y mojado —. Te vas a enfriar...
Las mejillas de Max se tornaron rojizas y una sonrisa pícara se dibujó en sus labios. — Pues será mejor que me ayudes a entrar en calor — dijo mientras se acercaba a su marido.
Jack la agarró por la cintura y la besó suave y largamente, disfrutando de cada segundo. Cuando se separaron, se incorporó, la cogió en brazos pese a las protestas de ella y se metieron en la bañera. Mientras Max le ayudaba a desabrocharse la ropa húmeda, él la miraba con incredulidad. No podía dejar de acariciarla y mirarla, no podía creer que estuviera otra vez ahí. La besó suavemente y la atrajo hacia sí, sumergiéndose juntos en el agua perfumada.
|